lunes, 24 de agosto de 2009
LA DIFÍCIL TAREA DE SER SENSEI
COLABORACIÓN DEL SENSEI ALEJANDRO BORREGO PÉREZ, DIRECTOR TÉCNICO DEL INSTITUTO DE JUDO BOGA
La primera carta arribó en los últimos días de mayo de 1956:
"Por favor, envíenos el más fuerte y más completo técnico de Judo de todo el Japón. Queremos que un verdadero campeón nos enseñe".
Dirigida al presidente del Instituto Kodokan, en Tokio, la carta presentaba una estampilla que indicaba su procedencia: La Habana, Cuba. Una lista de garantía se adjuntaba:
a) Todos los gastos pagados por seis meses de enseñanza, incluyendo comidas y alojamiento.
b) Un boleto ida y vuelta Tokio-La Habana
c) Una semana de vacaciones con todos los gastos pagados.
Luego una florida e ilegible firma sobre un titulo: Secretario de la Federación de Cinturones Negros de Judo Cubana.
A la carta se había agregado una posdata:
“Por favor, recuerden que deseamos el mejor, el No 1, eso y nada menos...".
El presidente del Kodokan, un hombre de apellido Kano leyó la carta y la dejó a un lado y se puso a pensar; el más fuerte, más técnico de todo Japón, un real campeón.
A medida que pensaba, la imagen de Takahiko Ishikawa comenzó a concretarse. Quien si no él era el más fuerte, él más completo, el más hábil. ¿Quién más había ganado tantos campeonatos nacionales?.
Kano tomó el teléfono y llamó a la academia de Artes Marciales de la policía de Tokio donde Ishikawa era el instructor jefe, haciendo las consultas necesarias que tuvieron respuesta inmediatas.
Sí, Ishikawa estaría encantado de ir a Cuba como representante oficial de Kodokan. Sí, el jefe de policía daría su autorización para que el campeón hiciera el viaje. Sí, Ishikawa estaría listo para una rápida partida. Después de agradecer la cordial deferencia. Kano colgó el fono y se reclinó en su silla, sus manos las colocó detrás de la cabeza, satisfecho de su labor.
Pronto, Ishikawa estaría en camino hacia la Habana y con él irían todo el honor y prestigio de la original y más famosa escuela de judo en el mundo: El Kodokan.
Una semana más tarde llegó una segunda carta: "¿Por que nos han enviado un luchador tan débil para nuestra enseñanza? Este Ishikawa es solo regular: no solamente no pudo derribar a nuestros cinturones negros, sino que, por el contrario, nosotros lo derribamos las veces que queríamos.
Más simultáneamente con la llegada de esta carta, Ishikawa envió otra de saludos a un discípulo suyo, cinturón negro de alto nivel y que se encontraba en la Habana de vacaciones, invitándole a comer.
Malcon Gregory aceptó encantado: Volver a ver a su antiguo maestro y recordar tantas enseñanzas era algo que simplemente no podía perderse. Por eso al encontrarse con su antiguo Sensei y luego de los saludos de rigor, le dijo: ¿Usted desea decirme algo Sensei? ¿Qué es? Ishikawa lo miró asombrado pero no dijo nada.
Gregory insistió: "Algo le molesta,Sensei,desearía saberlo, para ayudarlo".
Él dudó un instante y luego, murmurando algo entre dientes, comenzó a hablar lentamente.
Él había sido invitado como representante oficial con un contrato por seis meses para enseñar técnicas avanzadas a los cinturones negros de la Federación Cubana y por ello el primer día de práctica permitió que los alumnos lo lanzaran cuantas veces quisieran, para que tuvieran confianza. Luego, los dejó defenderse haciendo que las técnicas de ataque que él, Ishikawa, utilizó fueran lentas a fin de que tuviesen el tiempo de verlas y contraatacarlas efectivamente. Actuó así porque deseaba conocer cómo eran los sistemas de ataque y defensa y así mientras él observaba sus errores, hacía notas mentales para ser corregidos posteriormente.
Se habían presentado tantos cinturones negros en un número superior a 60 que hacerles un examen individual habría sido imposible.
Lo mismo sucedió el segundo y tercer día, ya que nuevos cinturones negros se presentaban cada día. Ya en la cuarta clase observé un cambio en la actitud de sus discípulos. Antes era tratado con respeto y bondad, en cambio ahora ellos actuaban de modo duro y sus semblantes eran sombríos.
"Realmente no quise pensar más en eso hasta el momento que recibí esta carta", la cual extrajo del bolsillo superior de la chaqueta. La carta escrita por un gran maestro de Artes Marciales japonés estaba escrita en caracteres Kanji, por lo cual Ishikawa, traduciendo, leyó: "Se me ha mostrado una carta firmada por un tal secretario de la Federación Cubana en la cual explica que eres incapaz de enfrentarte con éxito y por el contrario, te vencen con gran facilidad. Ellos han solicitado al Sr. Kano les explique por qué razón han enviado un instructor que en absoluto reúne las características que ellos habían solicitado, es decir el No 1. Como podrás ver esto es un verdadero insulto para ambos. Tanto para tí como para Japón".
Ishikawa rompió la carta y luego haciendo una pelota la envió al tarro de basura. Sus ojos denotaban furor; luego sus ojos se cerraron y nada dijo; el ambiente estaba tan sensible que la comida fue dejada para otra ocasión. El maestro Ishikawa estaba sentido en su honor.
A la mañana siguiente, Ishikawa se encontró en el lobby del hotel con tres cinturones negros cubanos que lo pasaron a buscar para llevarlo al Dojo de práctica. Tan pronto ellos divisaron a Ishikawa se sonrieron con complicidad y una mueca de desdén se dibujo en sus caras.
Cuando llegaron al gimnasio comenzaron a vestirse sin decir una palabra. Ishikawa estaba impaciente por llegar al tatami. Al ingresar al Dojo, una fila de 40 cinturones negros lo esperaba de rodillas. Al costado del Tatami un hombre vestido con traje de calle y descalzo observaba atentamente, Ishikawa se dirigió a él con voz fuerte para hacerse escuchar por todos, sus frases eran cortantes, luego el hombre dirigiéndose hacia los alumnos tradujo al español lo explicado por Ishikawa.
Él era séptimo Dan, instructor jefe de la academia de Tokio y varias veces campeón del Japón y que había venido a Cuba de buena fe ante la gentil invitación de la Federación, pero aunque la invitación fue amigable, la recepción se había puesto poco a poco inamistosa y ahora él sabía el motivo de dicho cambio de actitud.
Los cubanos no eran más amistosos con él porque se sentían superiores y porque ellos cometieron el error de creer que la técnica por ellos aplicada era más efectiva que la suya.
Él podía entender cómo ellos llegaron a dicha conclusión, porque había querido a propósito dejarse lanzar; pero si hubiesen meditado mejor debería haberles parecido extraña la facilidad con que podían derribar a un judoka considerado el mejor del mundo. Pero no, llevados por su infantil vanidad no habían podido ver la realidad e incluso llegaron a creer que no había sido el instructor quien a propósito se había dejado ganar, sino creyeron que las técnicas de ellos eran mejores.
Él los hubiese perdonado ya que consideraba eran conceptos de gente inmadura, pero lo que no podía perdonar era la carta que escrita a sus espaldas enviada al Japón había causado al Japón y a él mismo merma de dignidad y honor.
Debido entonces a que no habían sacado nada en limpio de las enseñanzas de las primeras clases, ahora les daría una lección que jamás olvidarían.
Ishikawa se levantó y apuntando a todos los cinturones negros con su dedo señaló al primero y luego al último.
"Desde ahí, hasta allí todos combatirán conmigo. Todo el grupo se levantó e inclinó ante Ishikawa que también se inclinó y saludo con respeto".
De pronto una voz dijo en japonés: "Hajime" y la función comenzó, a pesar que función no seria la palabra apropiada para expresar lo que sucedía arriba del tatami (este era de paja).
El primer hombre en enfrentársele fue un fuerte mulato de cerca de 100 kilos de puro músculo. No había logrado siquiera tocar el traje de Ishikawa cuando una técnica impecable de barrido que colocó los pies del mulato inexplicablemente por los aires. Este cayó pesadamente al suelo. Trató de levantarse, pero luego sabiamente prefirió seguir en el suelo.
Ishikawa se enfrentó al segundo, el cual trató de alcanzarlo con Harai goshi (técnica de lanzamiento). Ishikawa contraatacó con tanta eficiencia que nadie logró ver la técnica aplicada. Solo lo vieron volar por los aires por cerca de 10 metros, su cabeza casi rompe la pared...
El tercero salió a combatir con un grito que parecía sacado de una película de Kung-Fu, pero el grito terminó abruptamente, una maldición de sorpresa y temor lo invadió al verse violentamente lanzado con un impresionante lanzamiento por encima del hombro. El tipo salió disparado como una verdadera bomba voladora cerca donde se encontraba el Nº 2, quien al verlo venir por los aires trató desesperadamente de saltar al costado para evitar el choque, pero sus intentos no tuvieron éxito. El Nº 3lo golpeó con sus brazos y piernas y al terminar la confusión parecían dos gemelos siameses, tal era el entrevero de manos y piernas...
Luego Ishikawa se dirigió a los restantes y en algunos con su solo movimiento de muñeca los lanzaba por los aires. Parecían payasos en un circo haciendo piruetas. Cuando llego al Nº 30 este al ver los estragos producidos prefirió esconderse detrás del Nº 31; pero este a vez ya se había escondido en el Nº 32 y así sucesivamente, nadie deseaba salir a combatir. Ishikawa espero por largos minutes, pero nadie vino. "Esto es suficiente lección por hoy, mañana nos veremos nuevamente". Un solo grito broto de todas las gargantas de cinturones negros: SI, MAESTRO.
Cuando ya se encontraba en la puerta de salida el secretario de la federación, todo compungido y rodeado de los cinturones negros cubanos que le reprochaban el haber enviado la carta, le dio las explicaciones y solicito su perdón. "Maestro, que puedo hacer para borrar tan triste imagen"
Solo hay algo que tú puedes hacer, fue la respuesta del maestro Ishikawa:
"ESCRIBE OTRA CARTA."
“La importancia de las buenas relaciones humanas, el valor inherente a la amistad, la oportunidad de hablar de corazón a corazón y lo maravilloso de la ayuda prestada voluntariamente en momentos de necesidad, en todo ello está la esencia de la práctica del Judo”
Prof. Alejandro Borrego Pérez
Director Técnico
Instituto de Judo Boga
Francisco Villa No. 709
Colonia Puerto México
Coatzacoalcos, Ver.
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